martes, agosto 15, 2006

Introspección II.

Casi las diez de la noche y sigo escribiendo por escribir, no se hacer otra cosa. Se hace el inicio de clases y no tengo ganas de regresar a convertirme preso absoluto de la rutina, del hartazgo y la empatía que gobierna el colegio donde estudio.
Sólo una cosa, mejor dicho, una persona, me mantiene firme para no desistir y abandonar el barco llamado Lingüística y Literatura hispánica, el poder verla y platicar con ella averiguar que pasa en ese su mundo agitado. Todos tenemos un punto débil, un lado por el cual podemos perder. El mío es el presente que quiere salir avante, que busca dejar atrás sus fantasmas, pero el pasado siempre se apodera y convierte a mi vida en una narración imperfecta hecha por Rulfo, imperfecta por tratarse de mi. Escribo y cada tecleo es un clavo terco que se sumerge más y más. Tomo coca-cola para mitigar el dolor, es tanta ya la costumbre orgánica que mi cuerpo tiene sobre la coca-cola que pasa por mi garganta como si fuera un simple vaso de agua o un saludable licuado de chocolate matutino.
Ella se apodera de mi presente, eso intenta, pero otrora, la del pasado, la de siempre, la de antes y la de nunca se aferra a cada parte de mi piel. Entierra sus uñas en mis pulmones. Me baña con sus lágrimas. Sus reclamos de abandono pueblan ambos oídos y se adueñan de mis manos para verter versos inexactos que intentan hablar de amor. Reclamos que reclaman ser víctimas del abandono ejercido por el amante, ese que jamás se atrevió a reclamar a la musa cuando ella decidía emprender rumbo con destino incierto siempre fue una deriva que quiso ser pairo y se extravía continuamente en un mítico triángulo de las bermudas, existente por poético imaginario e inventivo por buscar ser certeza o constancia de los hechos, todos ellos inexistentes.
Ha pasado ya media hora desde que empecé a escribir y ella se ha adueñado de la mitad de mi texto, lo puebla como una enfermedad mortífera y sin cura, a la cual la medicina no ha podido encontrar explicación. Quisiera hablar sobre la otra, la del presente, aquí y ahora, pero la incertidumbre podría ser su nombre. Tal vez por eso su ausencia en este texto.
Bolaño escribió en Los detectives salvajes que los poetas van por ahí muriéndose de hambre, apartándose del mundo sin pedir ayuda, solos por gusto.
Tal vez los que intentan ser poetas estén, estemos destinado a ser fieles a una sola dama: la poesía y ser víctimas de engaños amorosos fraguados por musas, nínfulas, ninfómanas y otro clase de mujeres por enumerar.
Tal vez nuestra única compañía se la soledad.

1 comentario:

alejandra dijo...

yo tambien creo en eso que escribió Bolaño, y la soledad a veces no es tanmala compañía,al menos nos queda nuestra fiel poesía always =)

sonrisas llenas de poesía solo pa ti