Cada mañana
las ganas de tomar
tus caderas, invaden
como enormes duendes
a la tranquilidad de
mis pacientes manos.
Cada tarde
las ansias de robarte
el aliento y adentrarme
en tu cuerpo, se vuelven
tan constantes y castrantes
que alucino con volverme
el aire que respiras.
Cada día
me vuelvo preso
de los instintos que
me provoca tu portentosa figura
y tu mirada recalcinante,
pero sólo son divagaciones
de un insolente poeta.
1 comentario:
Joder, para ser poeta hay que ser insolente, jejeje, ¿o no? Insolente y hormonal (cachondo , pues, cachondo, jejeje).
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