viernes, noviembre 11, 2005

Un cuento a dos manos

La caricia de un café.

Alfredo Godínez y Olga Rosenberg.

¿Bailamos? Esa fue la última pregunta que me hiciste antes de marcharte. Era una mañana tan fría como la de hoy, la única diferencia es que es invierno y aquella ocasión hace, dos años atrás para ser precisos, era primavera. Mi día inicio con esa pregunta tuya en mi cabeza. Aún no entiendo por qué, ¿será acaso que cada mañana es lo mismo? Amanezco recordando cada pregunta que me hacías antes de partir.

Me fui por el café, a ti te gustaba tomarlo en la cama, ahora lo tomo en la cocina. Salí y el frió se ponía mas tieso, mas penetrante y me lamente no  tenerte a mi lado, para cubrirte de ese frió con mis brazos y comprarte tu cafe caliente. Antes de tu última partida, te fuiste preguntando, ¿Quieres tu cafe con leche? y ya no volviste

De todas las partidas que rodearon nuestra vida, recuerdo la única que cometí sin dar aviso de mi paradero, había ido por café con leche como te gustan ¿te seguirán gustando? Te juro que no me tarde, pero al intentar regresar vi. Un corvette del año con placas del D.F., al subir vi la puerta entre abierta y ahí estabas con él, inventándole una historia para justificar la aparición de esa lap-top que no pertenece al ambiente de tu departamento, alcancé a escuchar: no te enojes mi vida...es de mi amiga esa que quiere ser escritora, vino ayer a verme para que le contará esas historias que tanto se contar pero que jamás he podido hacer a mano. Luego lo besaste, de la misma forma en que me besas.  Preferí dar media vuelta y perderme entre las calles de Pachuca, por un momento me sentí el personajes de esa película que tanto veíamos juntos: Forest Gump, ese tipo que corría y corría, nunca entendí porque, siempre tuve en la cabeza dos ideas: correr para olvidarla o para buscarla, en mi caso, yo caminaba por caminar, sabía que eso podía pasar, pero nunca me prepare para eso. Ahora escribo estos ridículos versos en una hoja para rememorar esa escapatoria.

No recuerdo bien como fue que regrese a tu casa, pero ahí estaba, creyéndote la mentira, creyéndote que me querías, es mas, aún lo creo, y aun creo que en cualquier momento entrarás por esa puerta. Y te amaba mientras tomabas el café y yo te describía con letras en mi computadora, todas las mañanas. No hay escapatoria, la huida era inútil, al final, siempre terminábamos lado a lado, jugando a las escondidas, persiguiéndonos bailando,...

No entiendo por que escribo mis pensamientos sobre ti en hojas que jamás leerás. No soy tu amiga que busca ser escritora y te entrevista para alterar la verdad. Escribo las cosas tal cual son. No hay más ficción que nuestra realidad. ¿Realidad?  Sí, así le llamamos a esto de estar juntos cada que podemos. Setenta veces te hice el amor por internet, cuarenta más por teléfono y un sin fin por medio de los textos que escribí pensando en ti, mi primer novela se vendió como el primer orgasmo que tuve a tu lado, por así decirlo, lento pero seguro. Mis poemas intentan ser vagas caricias lejanas. Ahí se quedaron. Como todo, se quedo en planeaciones y sueños. He llegado a pensar que somos una pareja perfectamente política, hacemos campaña para seguir el rumbo y acabamos desviándolo. Hoy sigo sentado en una banca del centro de Pachuca, escribiendo líneas sobre nosotros. A mi derecha tengo un café con leche, desde esa ocasión, tomo el café así. Para sentir que te tengo cerca. El café con el que te iba a decir: te amo. El café de mi partida.

jueves, noviembre 10, 2005

Imaginando tocarte

Casi dos de la madrugadala gente duerme y yo escribo, por no dejar.
Por la tarde recorrí las librerías del centro con un amigo, encontré un libro de Crosthwaite, el muy listo me da Intrucciones para cruzar la frontera.
Ya casi acabo, espero estar al menos listo para cruzar la frontera que divide el sueño de la realidad.
Prefiero cruzar la frontera patriarcal que me separa de ella, para tocarla, rozarla, morderla, sentirla.
Ya me harte de estar esperando.
Escribir es adictivo y la única forma de tocarla.
Ya no quiero tocarla.
Quiero sentirla.
Mientras tanto dormiré para imaginar que la toco.

martes, noviembre 08, 2005

Desde el infierno

Cuando los demonios suban,
las llamas traguen mi casa,
calcinen mis libros,
desaparezcan mis poemas,
la iglesia me queme por ser hereje.

Grabare en cada piedra
los versos que te escribí
para que nunca me olvides.

Y si con eso no basta,
cada vez que llueva inundaré
una iglesia para que sepas
que aún muerto, escribo
poemas para ti.

lunes, noviembre 07, 2005

Cuento

Cuento publicado el lunes 7 de noviembre de 2005, en suplemento Universus 9 del Diario Intolerancia de Puebla.

Una Rossana cualquiera

Se encuentra como todas las noches frente al espejo, contemplando la belleza papable de su cuerpo. No se detiene en mirar de frente el reflejo de su cara, siempre de paso, mientras pone el rimel o las sombras.
Faltan tres horas para continuar con la rutina. Las cuales serán aprovechadas ¿o desperdiciadas? por miles de químicos encargados de sacar a flote lo banal y ocultar el rostro del alma. Rossana no esta interesada en el mundo. Ayer cayó una bomba en Irak, mientras no caiga en mi coche, no importa, piensa ella, mientras la televisión parla como estúpida. La tele sólo habla para evitar su soledad.
A desayunar, grita la madre. No tengo tiempo ma, que no te das cuenta que a mi edad, eso no se acostumbra. La comida no va a los antros, si acaso déjame afuera una barra y un yogurt dietético. No más. Al acabar la oración, sigue frente al espejo, intentando combinar todas sus compras hechas el día de ayer en la más lujosa tienda departamental. Hará frío, comenta la madre al ver el cielo. Rossana, finge demencia y sigue viendo que blusa deja relucir el arete en su ombligo.
Han transcurrido tantos minutos como blusas y pantalones, ninguno combina con el color del cielo. Gris como la estabilidad de un país que a ella no le afecta, mientras USA, no desaparezca a ella le vale sorbete si matan a mujeres en Ciudad Juárez, tampoco es feminista, no tiene tiempo para pensar en las demás de su clase, pobres gatas.
La tele sigue prendida, sin ningún fin específico, ya dijimos sólo evita que Rossana se de cuenta que está sola, pero también debemos agregarle la acción mental: escucha a la tele, olvídate de tu madre.
Por fin, decide ponerse un conjunto de ropa, el cual por cierto, va acorde a la moda televisiva. Al fin, se da un respiro, deja de mirar el espejo, se mira por completo, satisfaciendo así a su ego. De repente, se acuerda que hay un aparato llamado reloj y sirve para marcar la hora. En la santísima canción de mi adorada Britney, ya es hora de irme. Necesito llegar temprano, es inicio de clases y tengo que darles oportunidad a los pelafustanes de nuevo ingreso, admirar el cuerpo que jamás tocarán ni en sueños, a ver cuantos perdedores se las para su aparato a medio pasillo, se dice para sus adentros.
Apaga la tele, toma la mochila que lleva más cosméticos que libros, pues tampoco van a desayunar al restaurante de moda. Busca las llaves del carro, las toma y en el camino al coche, pasa por la cocina para tomar el desayuno, -ya dijimos una barra dietética y un yogurt de la misma característica-, Rossana debe conservar la línea.
Es lunes primer día de clases y Rossana Valdivieso, presente.


domingo, noviembre 06, 2005

Cosas absurdas.

No tengo tiempo de pensar en los mundos idóneos que debo crear para mis textos literarios. Apenas si me siento a leer, más bien me recuesto a leer antes de dormir, una hora a veces dos, lo que el cuerpo me permita robarle a la noche. Antes, pensar en ella, me dejaba dormir en paz. Ahora pienso en ella y el sueño se va corriendo, en busca de un humano que desee soñar. Las palabras han dejado de serme fieles, no escriben lo que yo deseo, se apropian de mi mano, toman un pluma, buscan el papel y escriben como desesperadas, siempre expresándose y olvidándose de que existo. Mi mente también me traiciona, uniéndose a mi mano, las dos cómplices, se dedican a desterrar parte de mi persona, donde nadie la pueda ver, ni siquiera Dios, si es que este existiera. El realismo natural, se adueña de mi vida. La belleza está siendo rebasada por la realidad. Los sentimientos, se vuelven columnas públicas. Al parecer morir es el sinónimo de vivir. Aparentemente tengo mucha gente a mi lado, apoyándome, pero sólo es un vacío inmenso disfrazado de sobrepoblación. Los patriarcas no dan opciones de liberar a su pueblo, siguen creyendo en que fueron ungidos por el que tiene todos los nombres y ninguno, Dios. Poemas varios, son voces de los sentimientos de antaño, los actuales se escaparon en busca de elogios a la grandilocuencia que se posta en políticos. Hoy cerré los ojos, no late mi corazón. Mi testamento será le huella de mi último respiro, la existencia de absurdas ideas.