miércoles, octubre 19, 2005

Invierno

Hace inviernos que recuerda su cuerpo junto al suyo, era una mañana fría de enero, pero cálida como las mañanas de mayo. Caminaba desnuda y con paso lento, de la recamará a la cocina, iba por el cenicero para poder fumarse el cigarro matutino. El trabajo lo esperaba, pero era más importante verla fumar desnuda, bajo las mismas sábanas que él, platicándole lo bien que se sentía ser ella. No fue a trabajar, aquella vez.
Hoy a tres años de aquel recuerdo, se encuentra sentado en su oficina, tan cálida, pero igual de fría que la cima del Everest. La necesidad de calor, lo hizo recordar el cuerpo desnudo de Laura, la de ojos cafés, cabello negro y nalgas firmes.
Veinte poemas a la partida, cuarenta cuentos al recuerdo y una novela a la estadía de Laura, son la obra de Roberto, nada es publicable, todo es rosa o pornográfico.  Siempre quiso ser escritor, paso por diversos talleres, buscando la técnica, rezando por encontrar el estilo y leyendo libros como desesperando, trascribiéndolos para encontrar las trampas literarias, pero nada, simplemente sus textos sonaban a panfletos.

Un día, creyó verla tocando a su puerta, pero no era más que la imagen del recuerdo. Entonces tomó una pluma y una servilleta escribió:

La luz de la tarde
            alumbra el café,
donde te recuerdo.

Busco tu faz
            en el fondo de la taza,
solo encuentro restos,
            de mí.

El humo del cigarro,
                      cubre
la vereda
                en la que te busco.

He perdido
                    el recuerdo
a la luz de tu ausencia.

Después cerró la carta, un te amo y como firma: el de siempre, cerró el sobre, puso el destinatario. Salió a depositarlo a la oficina de correos. Al regresar a casa, una copa de vino tinto y ¡BAM! La pared se mancho de sangre y un orificio nuevo apareció arriba de su oído.

  

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