El arte de leer.
Los ojos pasan velozmente por las miles de hojas que fingen describir mundos alternos, inventados por humanos, o más bien artistas impulsados por endemoniadas presencias.
Escribir para lectores que no entenderán las razones de los personajes y sólo se divierten, como Dios lo hace con sus muñecos de carne y hueso.
Todas víctimas de otro.
Piedras carcomidas sobre uno.
Cerebros sin utilizar.
Ojos que se cansan.
Tierras narradas cobran vida por unas horas.
Al cerrar el libro, son recuerdos, palabras y no más.
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